Reseña: Blacktown Band «I (One)» (The Fish Factory 2020)

Nacidos cuatro años atrás con visos a participar en un disco tributo a los titanes británicos Pink Floyd a través del sello Versailles Records, no es hasta comienzos de 2020 cuando estos chicos de Blacktown Band deciden dar el paso a la producción de material propio y pergeñar este debut de escueto nombre “I” (One). El grupo, que funciona actualmente como trío, se compone de Alejandro Hervás al bajo, quien se encargó además de mezcla y producción, Esteban Rabadán a las teclas y Nina Agudo a la voz, a quienes acompañan esta vez el multiinstrumentista alemán Markus Tautz en guitarras y Emiliano Fiori en baterías.

El prólogo de la inicial “You Really Need Me” bien podría recordar a aquellos Judas Priest mestizos del incomprendido “Point of Entry” o, por añadidura, cualquier gran nombre de los setenta. A saber: Thin Lizzy, UFO, Budgie… Armazón clásico, riff preeminente y la omnipresente voz de Agudo coronando la mezcla. Se detiene una vez alcanzado el puente para adquirir tintes de psicodelia ligera y añadir un interesante solo de guitarra. La producción de Hervás brilla sin esconder carta alguna en un epílogo que gana prestancia de forma notable. “One, Two And Three Man” se agarra con uñas y dientes a la década de los setenta para imbuirse de su espíritu indomable y confeccionar un corte simple y directo. El más escueto del álbum, de hecho. No destaca por lo avezado de su escritura, pero sí por una estupenda línea vocal de Agudo, en especial durante el estribillo final.

Dancing In The Moonlight” rebaja el ímpetu del tema previo y se embulle de calma chicha para dejar un corte que flirtea entre la balada y el medio tiempo, bien apoyado por un Hammond y una línea de guitarra cristalina y funcional. Buen crescendo final y, en general, la sensación que dejan las cosas bien hechas. “Feeling Sorrow”, que se irá por encima de los siete minutos, es un largo medio tiempo prólijo en detalles que despliega la cara más cautivadora de estos Blacktown. Hervás deja una estupenda línea de bajo, bien sustentado por Fiori en baterías y que conduce a un estupendo crescendo final. Que no te engañe su duración, si todo funciona aquí es más por elegancia y saber hacer que por lo diverso de su escritura, que resulta de lo más heterodoxa.

The Box” vuelve a territorios más estandarizados, sube al Hammond en la mezcla y pronto muta en un corte directo y saltarín. Agudo exhibe lo más arrastrado de su registro y todo desprende un aroma Purple que los más talludos del lugar sabrán apreciar. El medio tiempo “Living In My Room” trae un prólogo que rápidamente alude a los Pink Floyd más tranquilos para después adquirir más peso, cierta épica heredada de los mejores Queen y los tonos más altos por parte de Agudo. Exhibe, además, una gran escritura y un mejor final. La más redonda y significativa de todas cuantas canciones entrega este “I”.

Así las cosas, “Spend The Night Together” confronta al corte anterior yéndose de farra a uno de esos  tugurios de dudosa reputación y que, por culpa de la pandemia, tantísimo echamos de menos. Mucho piano, aún más fiesta y bastante sencillez en un corte tan previsible como divertido. “Want To Find Out” es otra llamada a la calma, rota de tanto en cuanto por buenos dibujos de las seis cuerdas y que le sirve a Nina Agudo para dejar otra estupenda línea de voces. Enlazando con el germen de la banda que mencioné al comienzo de la reseña, el disco cierra con la versión de Pink Floyd “Hey You” del monumental, excesivo e ineludible “The Wall” de 1979. Versión leal al original, para tranquilidad de los fans de la banda inglesa.

Otro debut y no son pocos los que han pasado por mis orejas últimamente. Este de Blacktown se digiere con sencillez, resulta divertido en la mezcla de influencias y exhibe un gusto y un cariño por las buenas melodías digno de mención. Sí, la escritura se queda a veces en patrones demasiado sencillos y hasta previsibles, pero no deja de ser un primer disco. Y, de todas formas, ahí están “Living In My Room” o “Dancing In The Moonlight” para los más sibaritas. A la espera de un hipotético segundo trabajo que pula defectos y afiance virtudes.

Texto: David Naves

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