
Sé que esto salió a primeros de octubre del fatídico 2020 pero aún con esas me parecía interesante, cuando no necesario, traéroslo a la página. Trident, formados allá por 2007 en las mismas entrañas de Suecia, a caballo entre Estocolmo, Gotemburgo y Uddevalla, debutarían a pecho descubierto con un primer largo en 2010, de revelador título, “World Destruction” (Regain Records). Ahora, o en todo caso, en octubre del pasado año, regresaron a la vida tras una serie de singles y Ep’s con el largo “North” (Non Serviam Records). La banda se compone a día de hoy de Anders “Bloodlord” Backelin (bajo), Goat (batería), Ulv (guitarra solista), Defiler (voz) y el ex-Dissection Reaper (guitarra rítmica). “North” se grabó en el Armageddon Recordings (Vänersborg, Suecia) a las órdenes del propio Anders Backelin y cuenta con arte del madrileño Juanjo Castellano. No es solo que el arte recuerde a los capitales Dissection con el inevitable tono azul que desprende, sino que, además, Trident cuentan ahora en sus filas con un ex de la banda de Jon Nödtveidt. Hechos que me llevan inmediatamente a preguntarme cuánto habrá en este “North” de influencia, cuánto de homenaje o, directamente, cuánto de plagio en estos casi sesenta minutos de música. Veamos pues.
“Enter” es apenas una introducción, de dos minutos largos y aire guerrero, que nos introduce de cabeza en “Death”, un corte que disimula mal y pronto su amor por las composiciones de Nödtveidt. Desde ese arranque con la acústica hasta el crescendo en que se sumerge a continuación, todo tiene el inequívoco aroma del mejor black melódico sueco de siempre. El sonido ofrece un perfecto equilibrio entre crudeza y nitidez y todo carbura tan correcto como impersonal y predecible. Prólogo al margen, en “Imperium Romanum” se adivinan ciertos riffs y patrones más lindantes con el death metal, en un corte híbrido entre géneros que recuerda por momentos a Impaled Nazarene. Goat, o lo que es lo mismo, Joakim Antonsson (también en Nox Aurea y Altar of Sacrifice) comanda larguísimas estrofas a base de blast beats que no hacen sino profundizar en ese parecido con sus vecinos empalanazarenos. Se atempera en un epílogo de aires épicos muy bien medidos. Un corte redondo.
El prólogo de “Summoning” vuelve a sonar de forma inequívoca a la banda de Strömstad. Es un tema cuyo primer tercio huye de una escritura lineal, ofreciendo estrofas juguetonas, cuando no alternas, y que exhibe una velocidad un punto por debajo del tema previo, de lo que resulta un sonido mucho más natural y orgánico, y donde se intercalan breves pasajes melódicos dominados por la faceta más acolchada del quinteto. Defiler (Henri Heikkinen) declama con gravedad apoyado en su habitual registro mestizo durante el largo tercio final y todo me transmite el aroma de las mejores bandas post-Dissection del género, con Sacramentum siempre a la cabeza. “Pallbearers Hymn” trae un prólogo oscurecido en tono y acompasado en ritmo, lustrado por el buen hacer de la dupla Ulv & Reaper y apoyado en una base rítmica que adquiere mayor presencia y nitidez. Es precisamente Ulv (Per-Owe Solvelius) quien adorna el elegante puente de un corte a mayor gloria de la faceta más a medio gas de los suecos. Funcional a la hora de darle otro aire al disco pero de escritura nada diferencial.
“Final War”, por contra, refracta con el tema previo y se entrega sin medida a la faceta más agria, veloz y furibunda de la banda nórdica. Su primer tercio posee una visceralidad desconocida hasta ahora en “North”, que contrasta con los patrones más calmados que emergen antes y, sobre todo, durante el puente central. El epílogo vuelve a apabullar tanto por velocidad como por lo diverso de su andamiaje, propiciando finalmente uno de los cortes más redondos de todo el trabajo. Tal es así que casi agradezco, uno ya tiene una edad, que “Possession” traiga de vuelta la faceta más melódica, así como también la más atemperada y tranquila, si es que se puede hablar de tranquilidad a estas alturas de disco, de la banda, en un corte donde de nuevo vuelve a emerger la figura de Antonsson “Goat” con una estupenda línea de batería. Como estupendas son las melodías de guitarra, elegantes incluso, casi épicas. Un buen presagio del par de joyas que se nos vienen encima.
“North” ofrece de primeras un metal acompasado, elegante y lustroso, pertrechado sobre una letra que, como no podía ser menos, evoca con nórdico chovinismo y casi una por una todas las vicisitudes de poblar terrenos tan alejados del ecuador del planeta. Y tú quejándote del frío de la meseta. Superadas las comodidades rítmicas del prólogo, y poco antes de alcanzar los tres minutos, emerge con una escritura nada lineal que lo mismo cabalga a lomos de blast beats iracundos que adopta patrones lentos y casi farragosos. Las guitarras dobladas del epílogo no suenan a nada oído previamente en el disco pero son, a su manera, redondas. Estupendo penúltimo corte.
Para el final queda el tema más largo de todo el álbum. Este “Schaman”, de inicio meditabundo y sombrío, que pronto tornará en marcial, no del todo vikingo pero casi, a lomos de uno de mis riffs favoritos de todo el trabajo. Tras ese impás virará para ofrecernos de nuevo la cara más violenta, por rápida, del quinteto, y después conectar con un una gramática en constante cambio para terminar conformando un corte, casi en todo momento, impredecible. Para mí es la gran catedral del disco. Lo es por la variedad en riffs, por la riqueza de estos, por la diversidad tonal, por esforzarse en usar, para bien, sus casi once minutos de trayecto. Incluso la producción de Backelin acompaña, dotando a sus guitarras de un espesor mayor. Toda esa rabia, esa variedad en ritmos, ese mayor peso de la dupla de seis cuerdas, se disuelve durante el largo puente acústico que habrá de anticipar un final, arreglos mediante, dominado por la épica. Un cierre magnífico.
Al final, lo que empieza dando la impresión de ser otro mero doppelgänger de sus desaparecidos vecinos de Dissection, con uno de sus ex-miembros a bordo incluso, resulta en un álbum dotado de una personalidad, por momentos, apabullante. Sorpresas te da la vida. Trident saben bien lo que hacen y el inicio con “Death”, toda vez has escuchado el álbum en su conjunto, casi suena a broma más o menos malintencionada. Si en un (sencillo) salto de fe pasas de ahí y, sobre todo, alcanzas el sobresaliente dúo final de canciones, encuentras algo que, cuanto menos, merece estar en algún que otro podio del mejor black – death facturado en todo 2020. Casi nada.
Texto: David Naves