Reseña: Baja California «Electricidad» (El Dromedario Records 2024)

Presentado por todo lo alto en Gijón mediado el mes de marzo (crónica), “Electricidad” trae de vuelta a los chicos de Baja California seis años más tarde de aquél “Horizontes” de 2018. Han intervenido en este nuevo trabajo Manu Roz en voces, Javi Monge y Aarón Galindo en guitarras, Javi Hernández “Cete” en bajo, Pablo Viña en baterías y Marco A. Guardado en percusiones. Producido por el propio Viña en conjunción con Dani Sevillano, los nueve cortes que componen este tercer largo de los asturianos fueron grabados a caballo entre Piedramuñiz y el Ovni Estudio para ser posteriormente masterizados por Brad Backwood de Euphonic Masters. Con fotos y diseño de Tigre Limón y Laura Estrada, ha sido editado por El Dromedario Records.

Arranca “Caída Libre” haciendo honores a su propio nombre. Baja California despliegan un hard plagado de buenas maneras y mejores ideas. Las más en lo tocante al fino trabajo de producción, pero también a unas líneas de guitarra repletas de detalles. Por contra, he de admitir que no me conquista el sonido de la caja durante este primer corte. Pero Manu Roz vuelve a descolgarse como un frontman de gran clase. Sin grandes excesos ni mayores alardes, sabiendo mostrarse ágil dentro de la cierta contención con la que afronta las distintas estrofas. Una escritura menos plana de lo esperado y el buen solo de su tronco central rematan un arranque breve, de hecho el más rácano de todo “Electricidad«, pero de lo más eficaz.

Tiempo Suicida”, por su parte, se mueve en ritmos más pesados y también chulescos. “No hay más vida que enseñarme a morir” declama Roz sobre alguno de mis riffs favoritos de todo el álbum, acompañado con gusto por unos coros cristalinos a la par que potentes. Aquí sale a relucir, claro, la buena producción que portan estas canciones. El empaque que da ahora “Cete” desde las cuatro cuerdas, el deje más alucinado que aportan las voces filtradas de Roz o la inteligente construcción del solo y lo muy juguetón del epílogo terminan por conformar una de las ofertas más redondas de todo el largo.

El tema título “Electricidad” lo hace todo por devolvernos a Baja California en su encarnación más febril en una composición que me recuerda a los Uzzhuaïa más vibrantes. Aquellos de cortes como el poderoso “Desde Septiembre” del eternamente reivindicable “Destino Perdición” de 2008. Aquí, claro, sobresale Viña tras los parches, mientras que las guitarras de Monge y Galindo juegan a encontrarse sobre unos riffs lo suficientemente hábiles como para no palidecer ante la mayor vibración que desprende la banda aquí. Hábiles desde luego a la hora de alimentar a estos Baja en su versión más adrenalítica. Fenomenal sección solista, por cierto.

Así las cosas, “Dueños De La Noche” nos regresa a la banda en una piel mucho más apaciguada que termina por revertir en uno de los cortes con más gancho de todo “Electricidad”. El talk box le da a la línea de guitarra un inequívoco sabor a Richie Sambora y, desde luego, los coros que acompañan al estribillo no podrían recordar más al hard de los ochenta en general y a los mejores Bon Jovi en particular. En el debe lo predecible que resulta a ratos. Single adelanto para lo bueno y también para lo malo.

Sobresale “El Mago” por el exquisito cuidado con el que Monge y Galindo han trazado sus correspondientes líneas de guitarra, por el tratamiento que la producción otorga a la voz de Roz y diría incluso que por el aspecto lírico de la misma. Sus contrapuntos entre estrofas y estribillos no podrían estar más conseguidos ni el cierto aroma a The Cult que desprende a veces resultar más irresistible. La estupenda línea de batería remata otra de las composiciones que, al menos en lo que a servidor concierne, más han ido ganando con las sucesivas re escuchas del álbum.

Indomable” opta por un avanzar más arrastrado en estrofas, que culmina en otro de esos estribillos a coro tan pegadizos, tan marca de la casa. Me agrada la desnudez que muestran algunas estrofas, la mayor vehemencia de Roz tras el micro y, si bien vuelve a resultar uno de esos trazos fácilmente predecibles, lo cierto es no deja de ser un corte con gancho y pegada, rematado por otra estupenda sección solista en anticipo del epílogo. Más pasional que cerebral.

A66”, quiero pensar que en referencia a la autovía que cubre el trayecto entre las ciudades de Gijón y Sevilla, le sirve a Baja California para entregar ahora su cara más equilibrada. Sus riffs dibujan un deje más sureño. Leve, sí, pero lo suficiente como para, por ahí, disociar a este corte del resto de composiciones dentro del disco. Su letra, sí, puede resultar algo recurrente y/o dejar cierta sensación de déjà vu. Incluso siento los solos algo por debajo de la media de casi todos los que pueblan el álbum. Sí me agrada, por contra, el mayor nervio que el corte adquiere camino del epílogo. A la contra de “El Mago”, una canción que se me ha ido desinflado con las distintas vueltas al CD.

Todo lo contrario que “Grita”, quizá porque en el fondo resulta una composición algo diferente para ellos. Por lo ágil y diverso de su construcción. También por esas guitarras más potentes y por el fino, finísimo trabajo de producción que ésta ofrece, particularmente en estribillos. El crescendo que conduce hasta los solos de guitarra está tejido con las dosis justas de gusto y precisión. Y finalmente, el aseado epílogo termina por redondear otro corte de esos que levantan el ánimo de cualquiera. Fíjate que este tipo de letras me suelen dar urticaria y, por alguna razón, no llega a ser el caso aquí. Algo tendrá.

El cierre es para “20 Monedas”, composición más extensa del álbum y un corte con un inicio sin rima alguna con cualquier homólogo dentro del tracklist. Ahí aparece Roz casi desde las profundidades para acompañar otro trazo que viene a mostrar la cara más chulesca de los asturianos. La estrofa….

Dónde se esconden los locos

que hilan canciones para ocultar

que ayer el asfalto venció a Superman

el hombre de acero ha olvidado como pelear

puede ser fácilmente mi favorita de las muchas que pueblan este “Electricidad”. Vitalista a su manera, bien trenzada, con Roz, ahora sí, en tonos muy altos y desde luego eficaz a la hora de cerrar este tercer trabajo con un cierto toque de distinción y elegancia sin por ello abandonar el pulso más decididamente hard rockero. Gran broche.

Los chicos tienen motivos más que de sobra para estar satisfechos. Hay canciones aquí dentro que apuntan a fijas en sus setlists durante largo tiempo. De algunas ya pudimos comprobar su efectividad sobre las tablas de la Acapulco el pasado dieciséis de marzo. Por contra, cierto es que el álbum no alcanza siquiera los cuarenta minutos, algo extraño en estos tiempos de trabajos maratonianos o directamente interminables. Echo en falta de igual modo un corte con la profundidad y casi diría el corazón de la fenomenal “Años Atrás”, pero con eso y con todo, cortes como “Caída Libre”, “El Mago” o “Tiempo Suicida” me parecen de lo más disfrutables. A seguir por esa senda.

Texto: David Naves

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