Reseña: The Dry Mouths «Thödol» (Spinda Records 2022)

Hoy nos vamos hasta tierras almerienses para encontrarnos con Thödol”, el más reciente trabajo de los rockeros desérticos The Dry Mouths. Dos años después de “Lo-Fi Sounds For Hi-Fi People”, tras la publicación el pasado año del single “T3Ch N3Rd5” y su presencia en el recopilatorio “Grados. Minutos. Segundos” de Spinda Records, llega por fin el que es octavo disco ya para la banda andaluza. “Thödol” es a su vez el primer trabajo con Víctor Gutiérrez a cargo del bajo tras la terrible pérdida de Andy Reyes, en una formación que completan Josh Morales tras la batería y Christ O. Rodríguez en guitarra, sitar y sintetizadores. La propia banda produjo y grabó en Desert City Studio de Almería entre octubre de 2020 y junio de 2021 un álbum que posteriormente mezclaría Christ O. Rodríguez y masterizaría finalmente Mario G. Alberni. Con artwork de Iván Carreño, se encuentra en la calle desde el pasado 13 de Mayo vía Spinda Records.

En “Thödol” reflejamos nuestra visión de mundos y sensaciones intangibles, ensoñadoras, etéreas… una representación musical inspirada en “El Libro Tibetano De Los Muertos”. (más info en bandcamp)

Den – Dro Sum” acomoda un prólogo de aires oníricos, cargado de una cierta melancolía, algo aletargada y distante, configurando un preludio de una elegancia francamente irresistible. Aprecio la magia de sus reverberaciones, la atmósfera que procuran los sintes y el trazo sencillo que entrega este arranque calmo y cristalino…

… pero el disco no habría alcanzado estas páginas de no ser por cosas como “Hinayana”. Un corte, salvando las distancias tonales, no muy lejano en su fondo de otros proyectos que ya han pasado por estas páginas como puedan ser los asturianos Azure. Instrumental en crescendo, que juega la baza de los riffs en bucle y resulta vencedora gracias al cuidado desarrollo que exhibe a medida que encarrila su tercio final.

Kyenay” ahonda en la clave más elegante de The Dry Mouths apoyándose en unos tímidos arreglos de corte sinfónico que habrán de proporcionarle a este tercer corte cierto ADN post-rock a lo Lights & Motion, Sleepmakeswaves, Collapse Under the Empire… sin parecer en ningún caso fallida, sí que resulta la más impersonal de todo el tracklist.

La breve “Milam” retorna a aquellos aires oníricos del tema apertura para después traer al frente una de las guitarras más crujientes del disco. Me gusta el solo que dibuja Christ O. Rodríguez a lo largo del epílogo, si bien encuentro el final un tanto abrupto.

Estupenda la línea de batería en que habrá de apoyarse una “Dhyana” que reincide en la cara más enérgica de los almerienses. Sin olvidarse de su habitual uso del reverb, con el sitar haciendo acto de presencia y aportando un trazo en constante ir y venir, acaba por convertirse, pienso, en uno de los temas clave de este “Thödol”.

Ngen – Dro Sum” viene por su parte a alimentar la cara más visceral, monolítica y abiertamente desértica de la banda andaluza. Las afinaciones se descosen, la batería gana en presencia y mala baba y, en su gravedad, todo el corte desprende una energía casi ritualística. Finalmente, al término del fragor de sus riffs descosidos, bien está la mayor carga atmosférica del epílogo. Fantástica.

Así las cosas, “Chikai” reconduce nuevamente hacia la vertiente más liviana y elegante del trío. Tímidos metales adornan un trazo sencillo donde, no obstante, emerge una de mis bases rítmicas favoritas de “Thödol”. Que exasperará a quienes busquen aquí más aportes abigarrados en la línea de “Ngen – Dro Sum” pero que supone, creo yo, uno de los cortes más atractivos y subyugantes de este cancionero.

Quizá no tenga mucho que ver una cosa con la otra pero lo cierto es que me vienen a la mente los estadounidenses Neurosis cada vez que alcanzo “Dharmata”. La banda recupera cierta viveza aquí, al tiempo que alimenta su faceta más espacial y construye un corte que por momentos pareciera querer dialogar consigo mismo. El epílogo es fantástico, por cierto:

Zhi Tros Lha”, corte más generoso del álbum en cuanto a duración, interesante y llamativo por el inteligente uso de los canales que lleva a cabo, derivando sintes a un lado y al otro, procurando el centro para una serena base rítmica que ejerce como obligado parapeto de otro corte que, he de reconocer, me ha ido ganando con el pasar de las escuchas. Apaciguado, que no aburrido. Ni mucho menos. La final “Chönyd” recuperará ciertas claves cercanas al post-rock de la anterior “Kyenay”, constituyendo un cierre con obligado sabor a outro. Por tono pero sobre todo por espacio.

Un disco instrumental que, no obstante, derrocha cierto lirismo. Que igual guiña al post-rock más elegante y casi cinemático que al sludge más iracundo, desplegando entre medias una elegancia en el trazo así como un gusto en sus interpretaciones por momentos exquisito. La labor puramente interpretativa está llevada adelante sin excesos ni personalismos de ningún tipo. Me agrada por cómo todo parece estar pensado en favor de las canciones, si bien adivino que habrá quien eche en falta más aportes puramente solistas a lo largo y ancho de esta decena de canciones. Sea como fuere otro buen disco de la factoría Spinda, variado, atractivo y de sonido impecable. Mis felicitaciones.

Texto: David Naves

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